Desde Kant hasta prácticamente la
actualidad, se ha ido produciendo cambios significativos en nuestra manera de
ver y de pensar el mundo. Sin duda la crisis del lenguaje de comienzos del
siglo XX, Ludwig Wittgenstein, ambas guerras mundiales y los avances
tecnológicos y científicos han sido los factores que han modificado nuestra
visión del mundo. Hoy en día existe la llamada tercera globalización, que busca
otro método de cobijo para el ser humano, otro lugar absoluto. Lo hemos podido
hallar en el mundo virtual, en la virtualidad. Esto implicaría que en lo
virtual y la ciencia digital habríamos encontrado a nuestro “Dios” -al igual que en la Grecia clásica, la Edad
Media y en el auge de Kant habrían encontrado al suyo-. Como ya se ha dicho anteriormente,
por cada sublimación/globalización existe un nuevo Dios o lugar absoluto. Una
nueva interpretación.
Entonces en la actualidad que es más
real, ¿la propia realidad o lo irreal (virtual)? Qué es más importante, ¿el
edificio o el plano del edificio? A diferencia de las otras globalizaciones,
nuestro cobijo –lugar absoluto- no nos cobija como tal. Lo virtual no nos
cobija, ya que la virtualidad es nuestra realidad misma. Nos basamos en
prótesis técnicas para representar lo virtual, simplemente usamos instrumentos
de nuestra realidad. A esto se le llama Post-modernidad.
Es una época que no quiere definirse
como ha pasado con otras anteriormente. Simplemente somos lo que viene después
de lo moderno. Por eso durante esta tercera globalización –en donde no queda
clara cuál ha sido la sublimación- que se está dando con lo virtual; el sujeto
y la masa se entremezclan. Si el lugar absoluto que siempre ha existido ahora
es lo virtual, sería falso. Lo virtual no es más que una proyección
holográfica de nuestra realidad. ¿Dónde queda pues nuestro lugar absoluto? Están en el anonimato, en el
desconocimiento del individuo sobre otros individuos. Los lugares absolutos
ahora son los aeropuertos, las grandes plazas, las grandes ciudades… aquellos
lugares donde no eres nadie; donde eres uno más entre la masa, por eso lo
virtual, la red, nuestras redes sociales son una imitación de nuestra realidad.
En la realidad eres uno entre tantos, en lo virtual también lo eres.
Todo esto nos lleva a vivir en un presente
absoluto donde no miramos nuestro futuro y miramos el pasado de manera
crítica para interpretarlo. Ya no existen las motivaciones para el futuro de
hace un siglo o de hace cuatro. Este presente viene marcado por un esteticismo
y una exaltación del yo para intentar destacar entre nuestra realidad; nuestra
virtualidad; nuestro lugar absoluto.
En definitiva, en esta
post-modernidad parece que no hay sitio para la sublimación, o al menos aún no
hemos logrado indentificarla.