El desaliento me ampara en cada fuente. Bebo y bebo pero siempre me
traspasan esas cuchillas verdes. Soy un éxito encuadernado en piel y nada más.
Los adoquines brillan sombríos sobre el pelo ungido en aceites del pasado. El
porvenir ya vendrá pero yo quizá no esté. Por eso me congelo en la orilla del
río con dos gigantes que se reflejan en él. No pienso claro sobre las piedras que
aparece entre esas aguas. Sospecho de las sonrisas y llego al final de cada
canción. Suplico un acorde que no llega porque las cuerdas de esta guitarra
fueron quebradas hace mucho. Ya no importa. Cada hueso y miasma de mi ser se
congeló el día que más Sol hacía. Tapé el Sol con la mano y todo lo que
conlleva. Ahora vivo con la mano pegada a la cara intentando no pisar sombras ajenas.