El sujeto de vidrio nace como acontecimiento social en este
post-modernismo lingüístico que se ha creado dentro del lenguaje lógico. Este
tipo de sujeto nace tras la ceguera e incertidumbre que brinda el futuro. El
sujeto en cuestión es una proyección de una sociedad que pertenece a la
depresión y al cansancio, todo ello envuelto en una transparencia totalitaria y
en un bombardeo informativo. Esta “dictadura” de la libertad –más bien
libertinaje- escudada en transparencia social, significa; control, violencia
gratuita, terror a decir lo no políticamente correcto, destape y desnudo, culto
al ego, obviedad más que erotismo y misterio, subjetivismo que acaba por
desinstalar a lo objetivo, etc… Todo esto que lleva nuestra actual sociedad
sirve al sujeto como material con el que construir su mundo de vidrio. La
sociedad cansada y transparente proyecta sujetos cansados y transparentes.
El sujeto de vidrio es aquel que sin una ideología; sin la
interiorización de discursos puramente lingüísticos; sin prácticas dogmáticas
escogidas en un ambiente lingüístico reivindicativo y difuso en contra del
lenguaje tanto formal como natural en el que dicho ambiente, también es
lenguaje; sin todo esto, el sujeto de vidrio no es nada. Necesita de esto para
ser alguien y sentirse completo. No es más que el fruto de una sociedad
post-moderna y estética.
El individuo entra entonces, una vez se ha formado el recipiente de
vidrio y se ha moldeado acorde con la estética y lingüística utilizadas, en una
llamada hiperactividad ausente.
Este concepto se refiere al
comportamiento de compartir y actuar de manera masiva con aquello que ha acogido de
manera constante aunque vacía. No existe originalidad en el discurso que el
sujeto escoge y muestra como novedoso o como único. Juega en los límites del
lenguaje para una satisfacción propia en forma de ataques lingüísticos al
propio lenguaje, lo cual es como tirar piedras a tu propio tejado. Todos sus
actos dependerán del vidrio tras el que el sujeto se esconde. Hiperactividad
que no conduce a nada más que a confrontación
y autocomplacencia. El vidrio es frágil y el sujeto acaba por
romper el recipiente para que fabrique otro de diferente forma y color, pero
seguirá siendo de vidrio.
Si aplicamos el lenguaje al sujeto de vidrio, nos encontramos con que gran
parte de los discursos actuales seleccionados, no son diferentes de cualquier
sistema lingüístico que se haya utilizado. Simplemente es un cambio de
significado o una valoración diferente de la lingüística; es un cambio de color
del cristal. La palabra dogma no es aplicable al sujeto, pero sí las prácticas
dogmáticas, es decir, llevar tu vida y tus actos acordes a un pensamiento o discurso arbitrario sin importar el resto, incluso pisoteando al resto. El discurso y la interiorización de la lingüística escogida
dependerá del conocimiento que se tenga del lenguaje y sus límites.
El sujeto de vidrio, en resumen, es una persona que no se vale por sí
misma –de manera social e intelectual-. Su aprendizaje lingüístico ha sido
insuficiente y se proyecta en discursos o personas que portan los discursos
para así rellenar esa insuficiencia. Ese espacio se acaba vaciando para dejar
paso a otro discurso, a otro recipiente
de otra forma y de otro color. Siempre será cambiante e incluso en ocasiones
rozará lo absurdo. Su contenido es totalmente maleable. Únicamente logrará
dejar de ser de vidrio cuando pueda romper el recipiente por sí mismo. Eso será
difícil que ocurra, ya que creen que todo lo que hacen, lo hacen por sí mismos.