--Volante--
Tengo claro que las palabras sólo están, y nada ocurre entre letras.
Una frasecita maltrecha lo manda todo al traste, como cuando las cuerdas de las guitarras tararean esa melodía,
asociada a una sentencia marcada en tus falanges.
Sublime la estela magnética que nos sostiene cerca de los pechos rotos, cayendo en la espiral de cristal,
sumergida ésta en un tanque sin munición. Y explota.
Los pequeños fragmentos se dejan ver en los círculos coloridos, perfectos. Chocan entre los dedos, y las heridas cicatrizan en forma de musgo verde y húmedo.
Como ese ángel valiente asintiendo desde las alturas más inhóspitas,
defenestrando un ala, luego la otra, hasta quedar desnudo para volar hacia el cemento mojado.
Las frases acaban por agotarse muy paulatinamente, obteniendo bellos esqueletos de carbón, danzarines sin pies tensos,
sólo una amalgama de sacos rotos.