jueves, 18 de junio de 2020

Volante.



--Volante--

Tengo claro que las palabras sólo están, y nada ocurre entre letras.
Una frasecita maltrecha lo manda todo al traste, como cuando las cuerdas de las guitarras tararean esa melodía, 
asociada a una sentencia marcada en tus falanges.
Sublime la estela magnética que nos sostiene cerca de los pechos rotos, cayendo en la espiral de cristal, 
sumergida ésta en un tanque sin munición. Y explota.
Los pequeños fragmentos se dejan ver en los círculos coloridos, perfectos. Chocan entre los dedos, y las heridas cicatrizan en forma de musgo verde y húmedo. 
Como ese ángel valiente asintiendo desde las alturas más inhóspitas,
defenestrando un ala, luego la otra, hasta quedar desnudo para volar hacia el cemento mojado.
Las frases acaban por agotarse muy paulatinamente, obteniendo bellos esqueletos de carbón, danzarines sin pies tensos, 
sólo una amalgama de sacos rotos.

miércoles, 3 de junio de 2020

El Vigía.



Kimmo Kaivanto, Window to the night, 1972

--El Vigía--

Cuando la repetición de los días
sumergen en aguas pocos profundas
el alivio y los ánimos, el quicio
de las manos que asumen responsabilidades,
como las barandillas en los puentes.

Unir en verbo lo que el verso esconde,
esto no es mío,
sin naciones ni nombres,
como el truculento bajar de mis yemas
por tu cintura, crujiendo palabras y suspiros,
entre metáforas y puntos sobre las íes.
Tenía tantas canciones que mostrarte...
se quedaron en el tintero
burbujeando tinta negra.

El viaje largo, pesado
pasando su filo por la piel del cuello,
una obsesión en bloque,
admitiendo que me encantaría que tus respiros
fueran carreteras, señales y autobuses.

Pasan los días. Desde mi puesto de vigía,
observo siempre el mismo par de nubes.
Imagino lo evidente, y ellas se ponen una sobre la otra,
sin tocarse,
mientras el sol cae
mi puesto de vigía ahora es
como un nido de cigüeñas.