jueves, 22 de agosto de 2019

Piel sombra.

Tu piel sombra se esconde
bajo farolillos de aceite, y no la encuentro.
Decías que no sangrabas pero
oh dios, lo estás haciendo. Sé que es mentira
pero 
la poesía es fe, de algún tipo y nomenclatura,
prohibida como delito.
Bolsas rotas de letras menguantes por el suelo,
versos míos pero tuyos, vieja fórmula,
como las piedras en tus bolsillos.

lunes, 19 de agosto de 2019

Una lamparita encendida.

Me he acostumbrado a las cigarras
en verano y a la llovizna cuando el frío.
Puedo narrar las hileras de arbustos, los bancos,
las fuentes que han resonado
bajo la cúpula del parquecito debajo de casa.
Y la imaginación vuela,
y los colores cambian,
la imagen pasa por el aro del tiempo.
Un correr de persianas,
mirando fachadas grises
un ruido recorre el vacío
hasta la grava, para perderse en mi bolígrafo.
¿Recuerdas llegar a casa, ser valientes y dormir después?
Sin despertares hasta por la mañana.

Miro las ventanas aleatorias
de bloques alejados,
por si apareces en alguna con luz violeta
o con el destello de algún neón cercano,
chocando contra el cristal abierto,
allí donde tu nariz descansa.

jueves, 15 de agosto de 2019

Caras Cansadas.

En dos pasos intermedios, llegó el culmen del cansancio.
Acoplado entre tus cejas y mi incredulidad.
El universo pasa por baldosa muy pesada,
uniendo un par de caras cansadas que se devuelven a mirar,
dando por hecho un sufrimiento debajo de los ojos.

El latente comienza en su nombre, se desborda
por los costados, pero la cara, cansada y harta
de sopesar paisajes nunca eternos, porque todo lo es, no eterno,
se lanza a observar otra cosa más fortuita, menos interesante.

Ahora sólo hay ecos de otras galaxias, llegan distorsionadas,
datos brutos inaudibles, imaginaciones superfundadas.

martes, 13 de agosto de 2019

Eso que palpita.

Con el corazón en su mano,
hecho pedacitos.
Con una ruptura, hecha añicos.
Sólo quedan edificios y fachadas.
Hace tiempo quité la foto de la pared.
Si viene el enfér, dile que no tengo tiempo,
ni ganas, ni el alma dispuesta.
Sólo cansancio por un silencio.
Pero profundo se suspende,
con un frío impecable y liso.
Y las viejas, viejas palabras,
esas que hay que lavar antes de usar,
llegan y declinan los pedacitos,
que descansan entre sus dedos.
Vaya hartazgo, vieja palabra.
Creía un poquito en que palpitaba.
Digo: un día sentí de verdad que no latía,
fue el fin, este cuerpo ya no era, sin más. Y estuve a puntito de no estar.
Pero no estar, no está bien.
Se me cayeron las armas y el coraje.
Quiero pensar que aún queda de eso que palpita...