jueves, 14 de noviembre de 2019

No hay últimas promesas.

El juego de las promesas y sus mentiras, una valentía tras palabras dichas a quién, no lo sé.
Yo no prometo mucho, lo justo para que me quieran.
He prometido, pero nunca en vano, siempre considerando que la mentira era mía.
Me duele saber que se me ha querido, y no poder corresponderlo en el tiempo, porque este es así, hacia delante imperturbable y casi siempre doloroso. He escrito que me gustaría saber muchas cosas que creo que sé, pero nadie me las confirma.
Y sí, la vida es dura y cosas así, pero me resisto a pensar que alguien deja de querer porque el tiempo es así, hacia delante, inexorablemente cansino.

A veces la música que suena es muy mala para mí cabeza. Un día intenté ponerla en radio La Barandilla, con dedicatoria a esta persona, pero no aceptaban bromas, y te tenían por la otra línea. Menos mal que lo cogieron.

Siento ser así de difícil, pero el tren y la estación se han quedado ahí, como pequeñas luces en el horizonte, mientras camino entre las viñas sin saber bien a dónde ir.
Miro hacia atrás pero ya queda lejos la estación y hay luces por delante, y gritos de una mujer que me llama, pero no sé qué pide, por eso tengo miedo.


viernes, 8 de noviembre de 2019

Sólo un vistazo.




La barandilla sigue prieta aquí arriba.

No preocupa el viaje al viajero,
en esta atalaya de ramitas, barro y saliva que he ido coleccionando.
A punto de caer, la trinidad arriba eclosiona,
esas ninfas y angelitos se dejaron caer para sostenerme.

Poco puedo volar, las alas las perdí
cuando salió el sol una mañana y se hicieron de piedra.
Fue cuando salté. 
Ahora camino pesadamente; las alas tocaron antes el suelo que mi cuerpo.

Ríos que ha hecho suyos... solo por si acaso.
Seguí la piedra dando marcha atrás
con el dedo ennegrecido tras ocho intentos, y no prendía.
Esta rama está muy húmeda y la dicha es humedal.
La tinta que se derrocha y que cambia de mano en mano. 
De boca en boca.