sábado, 27 de julio de 2019

Janné.




— Étient la lumière, mon coeur, et viens à mes genoux —. 
Cerraba la llave del circuito y ella quedaba iluminada azul eléctrico emanente del televisor antiguo. El motel en Bayona, sus calcetines largos y gruesos arremolinaban el calor bajo la espesa manta de cuadros. Janné jugaba con mis pies desnudos y momentáneamente fríos. Veíamos mucho cine en aquella época y cada domingo quedábamos para las visiones. Luego de estas salíamos con sus amigas. 
— Ça alors, mon coeur, -decía–  no entiendo estas películas de Fincher, ni esta sobre pintura —. Venía hasta mi nariz, casi la tocaba, ça alors–mon coeur. Como yo tampoco acababa por entender las películas, hacía ver que sí.
— Verás, papillon, sólo tienes que imaginar a Garcilaso como estamos tú y yo, con la playa al fondo, y folios, y bolígrafos…
— No entiendo, ange, –nunca acababa de asir las palabras, los salvavidas que le lanzaba– ¿como nosotros?
— Sí, sólo eso. Garcilaso viajó a Bayona para ver largometrajes.
— Perds du temps — se incorporaba con vehemencia, desarropándome, rozando sus calcetines con mis pies hace un momento calentitos — Garcilaso no fue un Rimbaud, mec, si es lo que me quieres decir.
Era fácil. Demasiado para aquella situación, no acababa por entender… Seguramente Unamuno tampoco fue un Diderot, ni siquiera un Maupaussant. Mon coeur, mon paradise, papillon papillon. Cuando encendía la luz, la lumière lumière, se crispaba un poco apuntillando sus gafas gruesas y negras. Se alzaba desperezándose, disfrutando de la caída y del pelo rubio ceniza fulminantes por su espalda marcada. La línea curvilínea a placer de las vertebras contraía sus caderas, levantaba los brazos unidos en un lazo con los dedos, sonreía con los ojos cerrados y hacía un sonidito animalesco de satisfacción.
En verano, los amores son siempre más cortitos porque las noches son fresquitas, luego en otoño cogíamos el tren hasta Saint-André des Feuilles, de nuevo al sofá, a la manta de cuadros, a la incomprensión mutua y queridísima. Nada más acabar la maratón de películas, Janné y yo amasábamos y preparábamos pizzas caseras. Se manchaba continuamente, amasaba, amasaba. Ella me habla de sus padres en Lyon y de cómo volverá algún día con un libro bajo el brazo, siendo alguien, pudiendo decir con autoridad fraternal no plus baiser, mon père. Mientras las masas se cocinan en el horno, me lía cigarrillos advirtiendo siempre que no son buenos para mí.
— Muerto no escribirás nada, mon coeur, fúmatelo lentement.
Yo le hacía caso, fumaba lento, viendo la masa retorcese, moviéndose bajo nuestro sol flamable, eclosionante. Movimiento… Oh tu padre, papillon, vaya señor. Si vieran todo lo que haces… como te mueves, petita. Mis acometidas siempre eran suaves con ellas, necesitaba ver como se complacía con la palma de sus manos por mi espalda. La recojo y la subo a la encimera, quedando entre sus piernas que me rodeaban por completo. Acometidas, se précipiter. Apagaba el horno y el olorcillo nos llegaba a los dos. Janné sigue sentada en la encimera, viendo cómo me muevo, cómo recorto la simetría del perejil, de la carne picada, el humo intangible que sube…
 — Mon coeur: Le mouvement de lacet sur la berge des chutes du fleuve — recitaba, sabiendo que aquello me hacía arder de una victoriosa llama — le gouffre à l’étambot…
La celeridad de la rampa — continuaba yo, llevándole una porción.
— La célérité de la rampe — repetía acercándose con las manos sucias por la harina.
L’énorme passade de courant — me encantaban las erres de Janné.
El enorme flujo de la corriente — continuaba recitando, a una respiración de la suya.
Arrastran, por entre las luces inauditas — la acercaba a mí cogiéndola por el lado derecho de su cadera. Besaba lento.
— Tengo una pregunta que hacerte, mon coeur — me dijo al separarnos, quedaba sólo un verso del poema y el borde de la porción — Est-ce ancienne sauvagerie qu’on pardonne?
Sonreía y se dejaba llevar de aquí para allá, las pizzas listas, hay que parar, papillon, o se nos va a turrar la siguiente. Janné reía por la palabra turrar, comíamos, bailábamos, movimiento. Mientras tanto yo seguía pensando la respuesta…