domingo, 10 de diciembre de 2023

Senda del flaneur.



Discutía esto a menudo. Apenas distinguía entre una forma de amar y la otra.
Nunca diría que no me importa, está claro que el tiempo juega en contra, ¿no?
Quiero decir, basta ya de intentar aprovecharlo.
Discutía esto a menudo, pero Trilce me escuchaba opacamente.
Era una lectora, como yo un oyente, entonces había unas disonancias en el tabaco de liar, en las dunas de la Duda.
Que, si era un escritor de fábulas, me decía, la dejara en paz y que simplemente me dedicara a escribir zorritos y tortugas.
Trilce bromeaba diciendo que para ensayos sesudos tampoco me daba el tema, quizá para una conversación larga, o unos poemitas lentos.
Nunca entendí cómo un poema es lento.
Luego daba el lametón al papel, mirando por encima de la línea brillante.
Venga ya, hablo en serio, apenas distinguía una forma adecuada de amar de una egoísta y malversada, le decía.
Pero ¿en qué momento planteamos algo tan visceral?
El mundo se mueve por amar, y en esencia (y forma) era verdad ontológicamente.
Trilce decía que algo de razón había en aquello.
Luego encendía el cigarrillo, me daba las gracias por el tabaco, y encendía también el mío, alargándolo hacia mi cara.

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