Todos a oscuras escondidos en sus luces, palpitando,
se jadean vibraciones que ya no se advierten,
temiendo ser la siguiente víctima del beso azul.
Mareas y miasmas que acaban por prender en el vientre.
¿Puedes decirme tú, de verdad, qué es real?
¿Puedes escuchar, como dices, las distancias que tomamos?
Dime que a veces me recuerdas fuera de todo mal
y no me lo dices por cuestión de potencias.
Seguro que seguiste jugando con renglones torcidos,
aprendiste que los sitios se encadenan a la sombra de su parecido.
No saques la cuerda del reloj que me pongo nervioso;
he intentado dibujar los pliegues de las sábanas, cada día,
cambiando por la mañana con el viento de la ventana abierta.
Es tiempo de una mirada en juego,
que a toda luz de vela le pido que aguante,
que sus ojos lagrimosos me dan fuerza,
que me siento mal por ello,
que mañana prepararé yo el desayuno.
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